Un poco de historia
Las empresas, organizaciones, familias y hasta personas se organizan en base a un presupuesto. Donde por presupuesto entendemos dos cosas al mismo tiempo: cuanto tenemos para gastar y cuanto podemos gastar (Ejecución del Gasto = Presupuesto Definido – Gasto Requerido)
No voy a escribir sobre como interpretar la ejecución del gasto. Pero sí voy a explicarme (al menos por ahora) sobre el Gasto Requerido.
Para comenzar, es más fácil de entender el gasto requerido a nivel personal o familiar, y para eso voy a fijar un caso que debe ser muy común entre las personas y familias: el cambio de un bien de uso (autos, televisiones, celulares, etc.)
El caso más simple de ver es el de un dispositivo electrónico: cuanto más nuevo, mejor funciona. Y cuanto más longevo, comienza a dejar de funcionar paulatinamente y requiere de más de nuestro esfuerzo y paciencia.
La pregunta clave es cuando cambiar este objeto es una inversión o cuando es (lisa y llanamente) tirar la plata?
Y la respuesta es simple:
1 – Si genera valor (ya sea aumentando el rendimiento, mejorando la experiencia, etc.), entonces es, de alguna forma, una inversión.
2 – Si por el contrario, obtengo más de lo mismo (por ejemplo: necesito repararlo) , estamos dilapidando el presupuesto.
La gran diferencia entre un presupuesto de inversión y un presupuesto de dilapidación, está asociado al magnetismo de las zonas de confort, que nos seducen a dilapidar los recursos y mantenernos donde estamos (confort), en lugar de forzar a nuestro cerebro perezoso a mantenernos en la búsqueda de trasladar el presupuesto dilapidado, en presupuesto invertido. También conocido como presupuesto arriesgado.
El despertar
Podrán existir muchas interpretaciones, consensos y disensos sobre los escrito en los párrafos anteriores, pero lo que es innegable, que la detección de esta situación y la reacción donde la dilapidación se transforma en inversión es un acto de aventura que invita a salir de la zona de confort.
La tarea no es fácil y existe un riesgo implícito en este despertar, como quien pasa de un sueño a la realidad, donde al mismo tiempo, es más peligroso quedarse dormido que invertir en abrir los ojos.